miércoles, 11 de noviembre de 2009

La concha y la perinola: diarios del mayordomo Perkins

Voy a contarles la historia de Perkins, Perkins era un viejo amigo de la familia, mayordomo por excelencia, Perkins era genial, me traía leche con vainillas todas las mañanas, mejor dicho todas las tardes que para mi eran mañanas. Siempre fui una niña elegante con aires de tristeza que creía que todo el mundo estaba en mi contra, pero eso es hablar demasiado mal de mi como para poder soportarlo, así que centrémonos en Perkins, que es la parte genial de la historia.
Poco pude averiguar sobre él luego de su partida, pero lo que sí se es que no la pasó mejor antes de llegar a casa.
Se dice que sus inicios en el rubro no fueron nada complacientes, el también la paso mal, y tuvo sus motivos para ponerme laxante en la leche cuando me portaba mal a modo de venganza, por así decirlo o catalogarlo de alguna manera. Pero bueno, yo me portaba mal, pero mal de enserio eh? Bueno en realidad que se la aguante, yo no tengo la culpa de que los padres lo hallan condenado a ser mayordomo, porque dejame decirte que Perkins precisamente no es nombre de aficionado al deporte, ni de futuro presidente, o sea si te llamas Perkins te condenas toda la vida a servirle a una muchachita caprichosa, al igual que si te llamas Juana tu legado va a ser trapear pisos. Punto final.
En fin, pretendía hablar de los inicios de Perkins. Ya se aprendieron el nombre no? P-E-R-K-I-N-S, Bueno ya que esta bien en claro comienzo: El era un pequeño hombre con algunas complicaciones con la droga, por así decirlo de alguna manera, el era adicto a alguna sustancia cual paco de hoy en día. Una tarde de verano Perkins se encontraba caminando por la pituquisima Barracas cuando fue interceptado por dos mayores y un pequeño al que vamos a llamar niño M. Niño “M” venia con sus dos tíos solterones de sexualidad dudosa, después de haber festejado el día del niño tomando leche y comiendo pan con manteca en la sociedad de fomento de la esquina de sus casa, esas típicas sociedades de fomento que solo sirven para que las amas de casa vallan a seguir agrandando su orto de manera extra territorial. Pero esto no interesa, lo que interesa es que de repente Perkins se vio inmerso en una cantidad de situaciones que jamás pudo describirle a las autoridades gremialistas en su vida. Cuando raptaron a Perkins –porque al final lo raptaron, no se si me saltee esa parte- lo llevaron hasta su pequeña morada, debido a que este no pudo defenderse por los barbitúricos ingeridos esa noche. Durante años lo hicieron responder al nombre de “Perkins” –El en realidad se llama Juan Carlos, cuak cuak , por no decir JA-JA. Si este se llegaba a revelar y no contestaba al nombre le pegaban un cintazo en la geta por insolente.
Pero estos dos homosexuales no la sacaron barata, la historia remata en que Perkins le llenó la panza de huesos a la sobrina del más chico. De descendencia dudosa, la conoció en una convención de cartoneros de oficio en Villa Luro después de que fue cagada a trompadas por haber robado las achuras de la parrilla que habían improvisado unos descamisados.
Todos nos pensamos si Perkins alguna vez pensó en quitarle la perinola de entre las piernas a la negrita esta para evitar enchastrarle la concha. Se hubiese evitado algunos problemas, o al menos el hecho de tener que pasarle una mantencion todos los meses.
Perkins murió en un viaje del cinturón a la boca. Siempre por hablar de más.